lundi, janvier 11, 2010

crisis identitaria?

escrito por Azucena Cuevas Merá


El pensamiento posmoderno se refiere a la serie de cambios en el estilo de vida de los individuos a partir de la modernidad, lo cuales pueden distinguirse después de la segunda mitad del siglo XX, iniciando como un movimiento social aceptando la multiculturalidad, la diversidad de ideas y nuevas corrientes artísticas, aportando una transformación notoria en cuanto a la percepción de la realidad, no basándonos en una misma, sino una de las tantas realidades que el fruto de la modernidad ha creado; así como suplir conceptos morales por simples “valores” de los que uno puede decidir su significado. Esta ideología posmoderna, o fenómeno “histórico-cultural” es complejo pues se carece realmente de una identidad definida.

Para el fenómeno de la posmodernidad una cualidad importante es la actitud hedonista ante el mundo, solo importa lo que sea percibido en el presente, lo que nos complazca a corto plazo; ya no existe historia ni se piensa en alguna situación a futuro. Existe una expansión de la cultura de la imagen gracias a la globalización, teniendo como ideal de belleza imágenes que nos prometen ser aceptados en esta realidad en donde lo que se busca de por medio es una identidad.

Si se deja de darle importancia a aspectos teóricos y ya no importa plantear ideas con palabras, nos queda lo que pueda transmitirse de la manera más práctica; para los individuos a los que me refiero, una forma de expresarse y darse a notar es a través de su imagen personal, que ha dejado de ser un simple aspecto del ser humano y ha pasado a formar parte de las preocupaciones asociadas a la búsqueda continua de identidad; el pensamiento posmoderno señala la ruptura de la modernidad, es decir, de lo estable, de lo propio, de lo razonable, dándolo a notar no sólo en nuevas corrientes teóricas, sino también en nuestra vida cotidiana, siendo la imagen nuestra principal arma para expresarnos.

Es prudente describir un aspecto de estas sociedades, ya que cualquier forma de expresar su cultura, estudiándola, es útil para entender esa transición de un entorno progresista a una sociedad llena de caos y falta de identidad. Al intentar dar cuenta del fenómeno de la imagen posmoderna se supone ampliar una reflexión sobre el contexto que refiere, tomando en cuenta que es simple producto de lo que nos ha dejado la modernidad en nuestra vida cotidiana: los medios de información que ofrecen una realidad de consumo.

Vattimo señala algunos aspectos que describen el panorama actual: nos dice que los medios de comunicación son los que han logrado la consolidación de la sociedad posmoderna, los cuales la caracterizan como algo caótico y complejo1. Muestra que en este relativo caos residen nuestras esperanzas de emancipación. Si lo que vivimos cotidianamente es el reflejo que los medios de comunicación han transmitido, se ha creado impositivamente una sociedad con ciertos gustos, estilos de vida y actividades que simulan un estado de felicidad en el que la gente ya no tiene que preocuparse por alcanzar algo o tener un plan de progreso que día a día construya una estabilidad económica o moral, si no que, lo que se muestra es el alcance de esa felicidad a través de la obtención y acumulación de objetos materiales que satisfacen al individuo de manera momentánea, recurriendo a esto constantemente; los procesos de planificación se pierden para suplirlos por el continuo desahogo de la falta de una posesión material.

Pensar en la necesidad de tener algo provoca la sensación inconsciente en la desconfianza de uno mismo, pues todas las acciones que realizamos son manipuladas por lo que llama Vattimo, los mass media, o sea, los medios de comunicación que nos resultan más accesibles, sin siquiera poner en cuestión la capacidad propia de decisión o de construir una identidad a partir de lo propio. Puede decirse que ha aumentado el control colectivo del hombre, por parte de una creación del mismo hombre y que ha disminuido el autocontrol individual. Esto es, que somos controlados por otros.

Los mass provocan la caída de las convicciones, la alineación, la imposibilidad de los individuos de reconocerse como sí mismos en las sociedades de los comerciales y el constante cambio de los gustos.

Una interpretación, para considerar qué puede significar señalar que hay una preocupación general por la imagen que proyectemos al otro, podría contemplar el consumo que nos venden como el primer dominio en que tal preocupación es evidente. El obtener una imagen produce placer, y la imagen proporciona una ventaja para los objetos del mercado, sobre todo en una sociedad capitalista. La imagen deseada, aparece por donde sea en el mercado como una especie de felicidad para venderse; podría decirse que la mercantilización de la imagen es un medio para desviar a las masas de sus necesidades primordiales, convirtiéndola, como ya algunos autores posmodernos señalan, en una institución.

El devenir de la preocupación de la imagen en nuestras sociedades se identifica con la institucionalización del consumo, la creación a gran escala de necesidades plásticas y a la normalización y supercontrol de la vida privada. Una característica de esta sociedad consumista es la libertad de elección, pero ya no experimentada como un valor o una acción que el ser humano merezca, sino simplemente como una oscilación continua entre la pertenencia y el extrañar los objetos, que paradójicamente, a pesar de tener esta libertad de elección ya solo se manejan dos posibles opciones: el consumo del consumismo y el consumo del anti-consumismo. La cultura del consumo, como la del anti-consumo ha promovido un hedonismo, hasta cierto punto egoísta, en donde el hombre, trata de plasmar en el mundo sus únicos deseos manipulados, siendo su principal arma él mismo, de esta forma por su imagen personal, ya sea siguiendo la “moda oficial”, la que deciden y controlan los mass, o estando en contra de esto y teniendo un llamado “estilo propio” e incluso, teniendo un exceso crítico frente al carácter predominante de la imagen, se convierte el mismo en una tendencia –postura o impostura – para uso de la clase intelectual, que sería lo que planteo con el consumo del anti-consumo, pues finalmente los dos casos son resultado de una misma manipulación, en dos distintas categorías.

El placer ahora es acosado por demasiadas tendencias que buscan que la imagen sea el punto central de una sociedad hedonista de consumidores. Aspectos que se manifiestan en las sociedades posmodernas, como la homosexualidad, el feminismo, el quehacer del arte, son situaciones que son planteadas como la expresión de los grupos minoritarios en los cuales, aparentemente no existe ningún impacto de los mass, sin embargo, estos grupos, son el resultado de la tendencia de la identidad, predominando por referencia a pequeños grupos cercanos, consensos locales o visiones fragmentadas y escépticas de la realidad, convirtiéndose en algo simbólico, que no sería más que otra forma de darse a notar como un producto de lo que esa misma realidad ha creado para todos: no se puede ser aceptado en una instancia feminista, por ejemplo, si no se cumple con cierta imagen, y más aún, si no se tienen ciertos códigos para expresarse.

Tenemos que ser agradables físicamente para podernos relacionar con otras personas y no ser rechazado, tomando en cuenta que cada sector decide sus propios cánones estéticos, los cuales son un recurso para la construcción de proyectos identitarios, refiriéndose a que el concepto de identidad no es algo fijo, sino algo creado y agregado que está en constante cambio. En nuestras sociedades la identidad se crea gracias a la relación que tenemos con las representaciones y discursos culturales que nos constituyen.

Las identidades ya no son una propiedad ajena que la historia ha construido a partir del recurso intersubjetivo del lenguaje2, como señala Barker, sino una pseudopropiedad que el presente ha construido a partir del recurso de los medios masivos. De esto puede decirse que las representaciones sociales son el reflejo de la carencia de la razón, así como de la falta del ser constante ideológicamente, pues al no haber una verdadera estabilidad ideológica, no la hay en nuestras acciones, y mucho menos en lo que representamos para los demás.

El individuo posmoderno implica un sujeto de identidades cambiantes y fragmentadas, de manera que las personas no se componen de una, sino de varias identidades, incluso a veces contradictorias. Se puede decir que la imagen personal es un aspecto primordial de la cultura y de la identidad, porque es el medio privilegiado por el cual los significados culturales se forman, aunado a que, aceptando esta realidad “descentrada” es la principal forma de experimentar el deslizamiento entre distintas posiciones como sujeto, según las circunstancias.

La sociedad de consumo supone la programación de lo cotidiano; manipula y determina la vida individual y social en todos sus aspectos; de esto puede resultar que el consumo es un proceso social no racional. La voluntad se ejerce pero solamente en forma de deseo: tanto la imagen como el capitalismo producen un ser humano excitado, aspecto característico del diseño de la personalidad en sociedad del consumo; todo se transforma en artificio e ilusión al servicio del imaginario capitalista y de los intereses de las clases dominantes.

El aspecto de la imagen en la actualidad, fácilmente se puede retomar como el medio para buscar una identidad; así como el producto de lo que las herramientas de información han creado, no en una, sino en la realidad que se maneje en el momento. Hay que tomar en cuenta que el desmoronamiento de las fronteras entre el comercio, el arte y la información, junto con la transformación, o desinterés de los valores, ha tenido como resultado la estatización de la vida cotidiana, de la que el consumismo forma parte esencial pues la hemos percibido principalmente a través de lo visual. La imagen personal refleja cultura, sin importar que haya habido un cambio en cuanto a valores, estereotipos, necesidades y nuevas tendencias de todo tipo, pues ella misma, con un profundo estudio lo representará por sí misma.
De manera directa, puedo señalar notas importantes sobre el tema como que el pensamiento posmoderno es buen objeto de estudio, pues la imagen es un solo aspecto de lo que todo este refleja, aunque es uno de los que más influyen en la vida cotidiana. Si los medios de comunicación son capaces de manipular las identidades de las masas y lo han hecho de forma que manejan supuestas realidades, también pueden serlo al cambiar o sustituir conceptos que se relacionan con la capacidad de elección, aunque realmente el ser humano nunca dejará de poseer su capacidad racional. El cambiar constantemente de imagen describe claramente la falta de identidad y la continuidad del consumo. Interpreto a la posmodernidad como una fase de crisis identitaria en la que los instintos sobrepasan al pensamiento, en donde hasta ella misma se ha vuelto en imagen; aunque por otro lado sea la pauta para que tengamos una relativa libertad de elección identitaria aunque dentro de esta gama exista la no identidad, a la vez convertida en una característica que podría definir a alguien

1Gianni Vattimo. La sociedad transparente. Paidés, 1996. pág. 89

2Chris Barker, Globalización e identidades culturales. Paidós comunicación, 1999. pág. 65

pompeii


hubiera detenido el tiempo

darse cuenta

voy a renunciar a todo lo que parezca una ilusión, ahora me doy cuenta de que todo lo que en algún momento causa sensaciones confortables no toma otro camino mas que el de caducidad y descomposición. Por qué tiene que ser asi también con los sentimientos y no solo con la materia física? entonces para qué pensar, emocionarse, odiar, interesarse o amar? entonces son solo motivos para que no se nos haga aburrida nuestra existencia y desafortunadamente, guiados por el egoismo y no bastando poseer algo hermoso, buscando la novedad. Qué desafortunado quien se enamore. También quien odie. En cualquier momento, sin que se de cuenta todo ese complejo puede ser usado en su contra. Todo sería hermoso siendo auténtico y puro.
Tal vez yo sea la única persona dispuesta a entregar algo puro.
Si alguna vez pensé que existía alguien que compartiera ese tipo de pureza conmigo estuve muy equivocada; no quiero decir que la gente mienta, simplemente no se entiende entre si.

Entonces qué, para qué el amor?